Una familia aristócrata recibe el encargo de hacerse
responsable de la producción de una valiosa especia que se recolecta en el
desierto del planeta Arrakis o (Dune). La familia a la que se le ha quitado el
negocio de la explotación por orden del emperador, entra en guerra con la nueva.
Crítica:
Si pretende ver Dune (2021) alguien a quien le guste la
ciencia ficción, que sepa que va a ver otra peliculita blanca tipo Disney. Al
principio puedes temer que además del Momoa, aparezca Dwayne Johnson; pero
afortunadamente no es así.
Es una Guerra de las Galaxias más, algo así de poco peligroso;
apto para todos los públicos que no tengan ninguna inquietud intelectual. Tan
vacía que ni siquiera se puede ver un poquito de sangre para que no se diga que
es apológicamente violenta. Más que para todos los públicos, deberían avisar
que es algo como Dora la exploradora, exclusivamente para el público infantil.
Por otra parte, la relación del protagonista con su amigo
(Momoa), está más cerca del homosexualismo que de la fraternidad, con lo cual ya
empezamos a ver el tan habitual dogma de la “inclusión”, flotando entre la
especia tan deseada.
Mucho montaje informático para contar una historia de un
joven atormentado por el subidón hormonal de la adolescencia y poco más que unos
cuantos playmobil vestidos con exóticos trajes haciendo poses y muriendo sin
una sola gota de sangre.
Porque los malos, son los menos malos del mundo del cine y
los buenos los más estúpidos del mundo del cine.
Artísticamente, supongo que gracias al esfuerzo del
director, los actores no actúan; pareciera que tienen parálisis cerebral. Así
que mientras estás plantado delante de la pantalla, procedes a investigar tus
uñas, su longitud e higiene y así hacer más llevadero el metraje inacabable que
dura el ladrillo.
De fotografía e informática, la peli es correcta, conforme a
la mediocridad e infantilismo imperantes que rige Marvel-Disney.
El juego de Ender (2013) otra película que hace mierda una novela,
pasa a ser obra maestra en comparación con Dune (2021).
Tanto cacarear de gran producción y vuelves a ver algo al
estilo anodino e infumable del último Spyderman.
El cine está muerto. Solo las producciones propias de las webs
de películas y series a la carta, hacen de vez en cuando alguna película
comprometida, ya que no corren el riesgo de fracasar en taquilla. El streaming
es el último reducto del cine, porque en las salas ya es cadáver.
Sinopsis (humor negro, terror): Un equipo de televisión realiza un documental sobre cuatro vampiros que viven camuflados entre la gente normal. Estos vampiros muestran a las cámaras su forma de vida, sus problemas, inquietudes e ilusiones. Su difícil relación con los mortales y sus pequeños problemas domésticos.
Crítica:
Rodada al estilo de los docudramas basura de los canales de pago de cadenas televisivas productoras de saldos, como MTV; muestra con un gran humor y un mayor sarcasmo la hipotética vida de cuatro vampiros que comparten casa. Aunque pueda parecer una producción barata, llegan a sorprender los medios de efectos especiales y el guión divertido e ingenioso.
Los actores, fabulosos, bordan sus papeles y la originalidad de algunas situaciones es también sorprendente. En algunos momentos, incluso podría ser inquietante dentro de toda esa comedia.
De vez en cuando, hay destellos de genialidad que avisan al espectador de que la dirección de la película no es una broma, que actores y directores tienen la suficiente habilidad y formación para hacer una película seria y de buen presupuesto si así quisieran.
Un gustazo de película divertida y sorpresiva.
La originalidad y el ingenio al poder.
Bravo.
Director: Jemaine Clement y Taika Waititi. Actores: Jemaine Clement, Taika Waititi y Jonathan Brugh.