A Ghost Story, 2017 es un película que necesita una hora y media para explicarte que si eres un pasmado o lelo, cuando mueras serás un fantasma lelo, punto.
Para amenizar el ladrillo, te muestra una kilométrica escena de la viuda, sentada en el suelo de la cocina comiéndose una tarta entera y luego, como no podía ser de otro modo, la vomita.
Si durante la peli te dan ganas de cagar, no te preocupes y lee las noticias sentado cómodamente en el váter como yo hice. Por mucho que tardes en salir del cagadero, verás exactamente la misma escena. Yo digo que el director de dicho ladrillo incluyó un avance tecnológico: la Pausa Inteligente (PI).
Podría haber aplicado la “I” de “inteligente” e “interés” en alguna parte de la película; pero nada es perfecto y no ocurrió así.
¿Sabéis de esos marcos digitales para adornar el salón que pasan una foto cada dos horas o algo así? Pues eso es la película, pero la suerte es que solo dura esa hora y media.
Hora y media que debió ser el regalo de cumpleaños de un ejecutivo de unos estudios cinematográficos a su hijo de seis años, que hizo sus gracias con una videocámara.
Las producciones de películas y series de webs de internet se fabrican en tal cantidad para llenar espacios en blanco en los servidores, que ya no existe ni siquiera la probabilidad de encontrar algo decente a pesar de los cientos y cientos de grabaciones caseras que tienen en catálogo. En lo más que se esmeran, es en el reparto; debe aparecer en algunas ocasiones algún viejo y famoso actor ya decadente que sirva de anzuelo para los ingenuos suscriptores del portal de “streaming”.
Estas productoras de “streaming”, hacen de las películas de universitarios gilipollas estadounidenses (divertidas, toscas, sin interés intelectual alguno; pero matan el tiempo), por ejemplo; auténticas novelitas rosas aptas para niños de dos años hasta para tortugas centenarias por lo absolutamente blancas y aburridas que son. Literalmente, acabas rascando el culo de un vaso para distraerte de toda esa mediocridad que escupe la pantalla. Incluso las amas de casa (si existe alguna todavía) curtidas y acostumbradas a las horrendas telenovelas hispanoamericanas, bostezarán ostentosamente pintándose las uñas de colores que no puedan confundirlas con actrices porno, por supuesto.
De este tipo de películas han eliminado hasta el humor, incluso la tosquedad. Observar algo así, como por ejemplo la que últimamente ha incluido en su catálogo Prime Video: ¡Emergencia!, 2022; es lo mismo que abrir el envoltorio de una gasa o apósito estéril: no ofrece absolutamente nada más que un blanco trozo de tela sin ninguna gracia. Así de triste.
Ni siquiera tiene la emoción de la misa televisada los domingos a la mañana.
He de confesar mi satisfacción al no ver, como ya es habitual en toda película, a dos maricas o dos tortilleras (aunque las tortilleras me ponen) dándose el filetazo en las dichosas fiestas de las fraternidades universitarias; sin embargo, en el momento de escribir esto, aún no he acabado de ver el ladrillo. Pudiera ser que dicha escena de homos, se me hubiera pasado mirando como corren los segundos en el cronómetro del teléfono móvil, no sé…
El guion ha sido escrito, sin duda alguna, por alguna monitora de niños de guardería, cuando dormían la siesta y la dejaban tranquila.
Es tan aburrida que consigue cabrearme, estoy tentado por apagar la tele. La peor película de mi vida que he visto en los últimos quince minutos. Rebuscando en mis registros mentales, no encuentro momento más humillante que el actual, tanta vida perdida para esta mierda.
Sé que podría haber apagado la televisión y a tomar por culo la mierda; pero necesito llenarme de angustia vital para dar mayor dramatismo al texto, hijoputas.
Y al final, lo que no podía ser peor: un mal actor negro mal llorando en una lacrimógena mala escena que no sé cómo coño la han colado en la mala comedia. Como si en un vestido de gala negro hubieran zurcido un remiendo de color rosa motel/burdel mexicano, así de llamativo, en la zona del culo.
Siempre digo que el cine ha muerto con el neonazismo y su puritanismo. Lo apuñalaron con el cine infantil masificado de ideología del servilismo, beatitud y conformismo, y del tipo Dwayne Johnson-Marvel-Disney; y ahora huelo su descomposición.
Con la última película de James Bond, Sin tiempo para morir, 2021; se ha conseguido hacer del agente secreto una especie de Tintín al que George de la jungla 1997, de Disney, supera en violencia, aunque no en comicidad. Las muertes en las películas de Bond, se han hecho tan dulces como beatos los disparos sin sangre ni su color. Es un tanto triste, sobre todo si Fleming viviera para ver la cosa piadosa y monacal en la que han convertido al castrado y asexuado 007.
Desde aquel James Bond de Casino Royale 2006 hasta la actualidad, han conseguido en quince años hacer de las películas del agente secreto una especie de saga de héroes tan sosos y repetitivos como los de marvel, dirigido exclusivamente al público infantil y adolescente. Y eso se debe a que las productoras audiovisuales solo realizan obras que coinciden con el nivel intelectual del gran público, es algo básico para obtener beneficios.
Esto quiere decir que la calidad del cine se ha situado a la altura del público. Y si el gran público tiene una mentalidad de entre cinco y 16 años, el cine adulto ha muerto definitivamente, es obvio.
Pareciera que en las películas de adultos, ya disparan con pistolas de juguete con lo que los actores tienen que hacer ellos el ruido del disparo o la onomatopeya, como hacíamos los niños cuando no se nos prohibía jugar como queríamos, con aquellas pistolas de plástico tan peligrosas ahora para las dictaduras de las falsas democracias socialistas o liberales de mierda, en su idioma nazi.
Lo que no debería pasar inadvertido a la chusma, por muy deficiente mental que sea, es que en las películas cuando alardean de que censuran el consumo de tabaco, no se censura la ingesta de bebidas alcohólicas, que son el gran daño sanitario y sociofamiliar de las actuales sociedades.
Con las películas de James Bond en este caso, porque la censura ha infectado todo el cine adulto; es exactamente lo que ha ocurrido con el neonazismo surgido mediante el coronavirus en las podridas y decadentes democracias europeas y de corte occidental: las estadísticas sobre el nivel intelectual de la población confirmaron que era el momento de encarar la dictadura ya que sería acatada, obedecida y adorada por el noventa por ciento de la población, que a su vez es exactamente el mismo porcentaje que se ha vacunado incluso hasta cuatro veces a pesar de que no había vacuna de nada. Y a su vez es el idéntico porcentaje poblacional que ostenta ese intelecto entre infantil y adolescente; o sea que la población adulta ha descendido peligrosa y graciosamente hacia la deficiencia mental.
Han corrompido el cine, la literatura, la historia, la educación, la inteligencia, el ingenio, la madurez, la dignidad, el valor, el esfuerzo, la creatividad y la determinación; con lo cual ya puede decirse que la especie humana se ha extinguido. En las guerras y pandemias ya no mueren seres humanos, solo son vacas sin ningún valor intelectual intrínseco.
Una familia aristócrata recibe el encargo de hacerse
responsable de la producción de una valiosa especia que se recolecta en el
desierto del planeta Arrakis o (Dune). La familia a la que se le ha quitado el
negocio de la explotación por orden del emperador, entra en guerra con la nueva.
Crítica:
Si pretende ver Dune (2021) alguien a quien le guste la
ciencia ficción, que sepa que va a ver otra peliculita blanca tipo Disney. Al
principio puedes temer que además del Momoa, aparezca Dwayne Johnson; pero
afortunadamente no es así.
Es una Guerra de las Galaxias más, algo así de poco peligroso;
apto para todos los públicos que no tengan ninguna inquietud intelectual. Tan
vacía que ni siquiera se puede ver un poquito de sangre para que no se diga que
es apológicamente violenta. Más que para todos los públicos, deberían avisar
que es algo como Dora la exploradora, exclusivamente para el público infantil.
Por otra parte, la relación del protagonista con su amigo
(Momoa), está más cerca del homosexualismo que de la fraternidad, con lo cual ya
empezamos a ver el tan habitual dogma de la “inclusión”, flotando entre la
especia tan deseada.
Mucho montaje informático para contar una historia de un
joven atormentado por el subidón hormonal de la adolescencia y poco más que unos
cuantos playmobil vestidos con exóticos trajes haciendo poses y muriendo sin
una sola gota de sangre.
Porque los malos, son los menos malos del mundo del cine y
los buenos los más estúpidos del mundo del cine.
Artísticamente, supongo que gracias al esfuerzo del
director, los actores no actúan; pareciera que tienen parálisis cerebral. Así
que mientras estás plantado delante de la pantalla, procedes a investigar tus
uñas, su longitud e higiene y así hacer más llevadero el metraje inacabable que
dura el ladrillo.
De fotografía e informática, la peli es correcta, conforme a
la mediocridad e infantilismo imperantes que rige Marvel-Disney.
El juego de Ender (2013) otra película que hace mierda una novela,
pasa a ser obra maestra en comparación con Dune (2021).
Tanto cacarear de gran producción y vuelves a ver algo al
estilo anodino e infumable del último Spyderman.
El cine está muerto. Solo las producciones propias de las webs
de películas y series a la carta, hacen de vez en cuando alguna película
comprometida, ya que no corren el riesgo de fracasar en taquilla. El streaming
es el último reducto del cine, porque en las salas ya es cadáver.